viernes, 11 de julio de 2008


Donde ella nos cuenta quién es y cómo ha llegado hasta aquí. Parte XXXV.

Hace algunas semanas cené con Arzak, literalmente. Le tenía sentado delante, me guiñó el ojo dos veces y me preguntó el nombre otras tantas. Txiqui, ¿como has dicho que te llamabas? Es que con la edad, me dijo, no consigo retener los nombres. Ni siquiera el de las tías! Pero te diré una cosa, a mi me gustan más las fotógrafas que los fotógrafos, ¿no es verdad? Me gustan más las periodistas, que los periodistas, ¿eh? Joan?

Joan, era Joan Roca, que estaba a mi lado, un poco que si sí, que si no. Un poco intentando divertirse y un poco harto de tanto sarao. Me contó que ellos esto de ir a promocionar cosas o a promocionarse a ellos mismos lo hacen porque lo hace Arzak o Adrià, sobretodo Adrià, y que si quieres seguir la estela hay que ir, hay que ir a Londres, a Tokio, a New York o a Sevilla, donde haga falta. Porque hay que ser mediático y salir en prensa y que hablen de uno, para ganar cuatro duros en esto, pero que a ellos les va fatal. Porque ellos no cierran el restaurante como Adrià, que cierra seis meses al año y los puede dedicar a ir de un lado para otro. Ellos tienen el restaurante abierto, y el cliente quiere verles y los de la guía Michelín no sabes nunca cuando pueden venir y pueden aparecer cualquier día y que tu no estés y que estés por ahí, promocionando un jamón.

En el tiempo de esta conversación Arzak ya se había metido entre pecho y espalda dos gintónics, dos cervezas, cuatro copas de vino, un fino, un orujo, un anís y un licor marrón que no sabría decirte lo que era.

Al final de la mesa, en el flanco derecho, después de Carles Gaig, estaba un periodista especializado en gastronomía de una revista conocida, que a la hora del café cayó redondo encima de la mesa y se durmió. De vez en cuando levantaba la cabeza y decía… Como es este Arzak! Y Volvía a dormirse.

Arzak nos dijo que las mujeres, cuanto más recatadas, más ardientes y que la mujer española, desde que se ha liberado, había perdido mucho.

Roca se reía… y Gaig sacó unos puros que valían un dineral y se los ofreció, solo a Arzak, que es el maestro. Arzak se lo agradeció alabándole la bodega de puros impresionante que tiene, una de las más importantes del mundo, dijo. Es un tío éste, decía.

Durante la cena la señora jefa, rubia de peluquería y morritos de silicona, de fotografía del grupo editorial, ni me acuerdo, que tenía pinta de saberla larga, pero de fotografía poco. Estuvo flirteando con un señor jefe de la casa de los jamones, con traje gris, que a punto estuvo de chuparle el puro, literalmente. Mi compañera redactora no les quitaba el ojo de encima y me iba diciendo, por el amor de Dios, por el amor de Dios, muy angustiada.

Arzak se iba creciendo a base de mezclar licores. Acabó por darme parte de su postre, sirviéndomelo en su cucharilla y poniéndomelo en la boca, cosa que me hizo sentir un poco como la rubia de peluquería y temí que acabara por ofrecerme su puro también, para que lo chupara…
... vale, es broma...

Mientras, la mesa sucumbía al vino, a los siete platos que nos sirvieron, al aperitivo de jamón, al vino, al fino, al champán, al oporto y a los gintónics…

Yo les dejé en el bar del hotel, borracha de manzanilla y con el jamón que me salía por las orejas.

Ahí les deje con la rubia de peluquería que estaba encantada con tanto piropo y las chicas de prensa que tenían los pies hinchados y ganas de largarse a dormir.

Bueno… Y al día siguiente había que trabajar y hacerles fotos y ponerse serios y por la tarde coger un vuelo a Barcelona. De vuelta a casa.

Y uno se iba pensando…qué mundo raro este. Y todo, por un jamón!