Cómo huir de la certeza absoluta de que tu vida, tal y como la conoces hasta ahora, ha terminado. Nada puedes seguir por este camino. Es un camino sin salida, has llegado al final. No hay ninguna puerta, ningún atajo, ningún camino visible. Solo esta el bosque delante de ti, espeso, inescrutable, denso, oscuro, misterioso, amenazador. El bosque. Da miedo entrar ahí, y te sientes paralizado. ¿Qué opciones tienes? Entrar aunque te mueras de miedo o quedarte quieto donde estás, intentar no sentir el deseo de algo más, y esperar. No sé que se puede esperar. Pero esperas. Y si algo se mueve ahí dentro del bosque te asustas porque no lo ves y no sabes lo que es y te gustaría saberlo, o preferirías no saberlo y que nada se moviera al otro lado. El bosque, en este caso, no te deja ver los árboles. Cuando el futuro es una masa informe, oscura y densa, cuando el futuro es un bloque compacto que parece que llegará un día, de golpe, sin previo aviso, eres incapaz de intuir de que está formado. Cuando el futuro es el bosque que tienes delante, eres incapaz de ver los árboles, los ríos, los valles, los caminos, los pájaros, la tierra, la roca, la vida. Solo ves la oscuridad y el miedo. A veces le doy vueltas a esto. Pienso ¿de qué está formado el miedo? (Ja! Esto ha sonado a “A qué huelen las nubes?”) A qué le tenemos miedo? Qué es lo que nos paraliza? En el fondo creo que somos más víctimas del pensamiento judeocristiano de la maldita culpa y castigo de lo que nosotros mismos nos suponemos. ¿Porque sino nos aferramos tan desesperadamente a lo que tenemos como si más allá no hubiera otras vidas, otros mares, otras gentes? Yo, por ejemplo, he nacido y he vivido siempre en la misma ciudad, jamás he salido de aquí. He visto muchos países del mundo, pero solo un rato, luego he vuelto a casa, tranquilita, segura, caliente, y me he puesto a soñar en la próxima vez que podré salir corriendo de aquí. Un rato, solo un rato. Si, ya sé, cuando hablo con mis amigos todos me dicen que a ellos esto no les pasa. Que va! Que ellos si tienen la sensación de que en su vida pasan cosas, de que su vida les gusta, a ratos, de que están, más o menos, donde quieren estar. Y a mí me alucina esto. La verdad es que sentirse a gusto con la vida de uno es algo que me parece milagroso, la verdad. Yo no sé que especie de educación extraña debo haber recibido pero siempre he tenido la nefasta sensación de que viviendo mi vida, me perdía las trescientas mil millones de vidas posibles que hubiera podido elegir. Que elegir no es construir un camino, sino dejar de andar otros, y eso a mi me llena de desasosiego. Sé que estoy muy, muy lejos del camino de la sabiduría, que todavía debo de estar en un estadio muy primario de mi formación espiritual y por eso tengo miedos tan mundanos y pensamientos tan básicos. Es posible. Seguro, vamos!! Pero no me digas que tu vida, a veces, no se te hace pequeña.
El otro día leí que el espíritu moderno apostaba por el futuro, por el progreso, por la colectividad, pero que eso ahora se acabó. El posmoderno es un individuo hedonista, que vive el presente y desea la libertad y la independencia del colectivo. ¿Será que yo tengo un espíritu posmoderno encerrado en un cuerpo, en una mente, en un pensamiento, en una educación moderna? O será, simplemente que antes la colectividad y el progreso ofrecían ciertas garantías de un futuro mejor (al menos esa era la idea) y que ahora, la modernidad y el progreso solo ofrecen el miedo a un cataclismo mundial, a la destrucción total, a un sálvese quien pueda? Hagas lo que hagas, el futuro te depara el miedo, la precariedad, la pura y simple supervivencia. ¿No será que con toda ésta nueva oleada de milenarismo apocalíptico que estamos viviendo, estamos tensando demasiado la cuerda? Para qué ser buenos? Para qué sacrificarnos? Para qué mejorar y ser más sabios? Si esto se acaba pues vamos a exprimirlo hasta el final, vamos a vivir la vida loca. Para lo que me queda en el convento, señores, ya saben... En fin, que creo que vivimos en un mundo que nos hace muy vulnerables y que nos quiere estúpidos y idiotizados, dando tumbos. Así, mientras nosotros damos vueltas como un derviche, otros manejan los hilos de este futuro que ya no nos pertenece. Por eso yo me miro el bosque y no me atrevo a entrar, porque puede que haya árboles y ríos y pájaros y mariposas, pero puede que haya locos, asesinos, pirómanos y destructores. Y quizá es eso, al fin y al cabo, lo que se espera de nosotros. Que no hagamos nada y no molestemos mucho. Que nos estemos quietos y callados y que tengamos miedo. Miedo a vivir, miedo a arriesgarnos, miedo a probar, miedo a equivocarnos, miedo a movernos. No sé, quizá la de hoy es una columna muy confusa, un poco oscura, la verdad, creo que sí, pero es tan confusa como mi mente, como el futuro y como el mundo. Como la vida misma, no?
En fin... mañana saldrá el sol. Seguro!
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