jueves, 9 de agosto de 2007

Look at me! Parte XIX.

Look at me! Donde ella nos cuenta quien es y cómo ha llegado hasta aqui... Parte XIX.


No tengo ni idea de lo que puede aprender uno en esta vida, ni si se necesitan muchas para llegar a entender algo. Yo por mi parte tengo que confesar que no entiendo nada, como dicen Lole y Manuel, “de lo que pasa en el mundo, por Dios que no entiendo na”.

He visto la pobreza más extrema mirar por la ventana al progreso y la cara de los niños llenas de crostas y mocos y miseria, mirando como comen los turistas que vienen del otro lado del mundo, del otro lado en todos los sentidos, físico, por supuesto, pero cultural, vital, esencial.

En Ulaan Baatar, la pobreza se mezcla con la opulencia de una forma casi pornográfica. La pobreza está siempre al otro lado, como un aparador. Es como si al comerte un bistec en un restaurante te trajesen la cabeza desangrándose del animal para que vieras lo que te estás comiendo.

No hay nada de bello y honroso en ser voluntario, uno siempre sabe que se va a marchar, que va a volver a su tierra, a su riqueza, a su ropa limpia, a su gintónic de las siete. Uno siempre sabe que después de eso hay otra cosa. Su vida real, su bien estar, su tranquilidad.

He visto como los niños escondían el chocolate y los caramelos que los voluntarios les traían, para guardárselo solo para ellos, para comérselo a escondidas, sin que nadie les hable de compartir, ni de dar, ni de ofrecer y repartir. ¿Repartir que? Que repartimos nosotros? Utilizaré otra frase de una canción que dice ”Dar lo que te sobra nunca fue compartir, sino dar limosna, amor, si no lo sabes tú, te lo digo yo.”

He estado trabajando la tierra y compartiendo algunos ratos de ocio con los niños de un orfanato, en Mongolia. Ni siquiera puedo acordarme del nombre de todos, a penas de unos cuantos, y no sé nada de sus vidas, de sus deseos y sus sueños, no sé cómo viven en realidad, ni cuales son sus miedos, no tengo ni idea de como les va a ir después de que yo les pierda de vista. He tirado toda mi ropa de trabajo, que estaba sucia, rota y harapienta y he vuelto a casa, pero ellos siguen ahí, con sus harapos, porque ellos mañana volverán a trabajar.

No pretendo hablar de nada que no sepamos todos, pero en realidad en estos dias he sentido más la distancia que la comunión con un mundo del que nada sé y que ni siquiera reconozco como mío. ¿Quiénes son esta gente que vienen a trabajar el campo con nosotros? A qué vienen? Qué andan buscando? Qué han perdido aquí? Deben pensar esos niños, que lo último que querrían es estar ahí. Que lo que realmente desearían es estar en sus casas, que no tienen, con sus familias, que no tienen, con sus comodidades, que no tienen y con su intimidad, que no tienen, y en cambio deben estar agradecidos de que unos cuantos de esos ricos del otro lado dediquen una parte ínfima de su tiempo y una cantidad ridícula de su dinero a ayudarles, a estar con ellos, a, a no se sabe qué!

Todo esto no tiene nada que ver con la auténtica generosidad. Todo esto es teatro, como dice la canción, lo tuyo es puro teatro!

¿Que si me ha servido de experiencia? Mmm... No quiero ser ceniza, ni cínica, ni destructiva, es mejor algo que nada, eso es seguro, pero tengo la certeza absoluta de que el camino no es éste, que debemos cambiar, pero no ellos o nosotros, sino todo! Nuestras aspiraciones, nuestras ambiciones, las suyas y las nuestras, nuestros deseos, nuestro futuro, nuestra comprensión de la vida y del mundo. Tenemos mucho que aparender. Todos, todos.

Mi presencia ahí, creo que solo ha hecho que incrementar su deseo de parecerse a mi, a los del otro lado, aumenta la distancia, hace mas evidentes las carencias. Yo tengo y tu no tienes. Yo me marcho a casa y tú te quedas. No hay nada más que decir.
Tú no sabes nada de mi. No conoces nada de mis penas, de mis angustias, de mis deseos, de mis miedos. Solo sabes que yo tengo y puedo darte. Debo darte, que para eso estoy aquí.

No sé si me explico. Es deficil explicar con palabras un sentimiento tan complejo e intentar, a la vez, no parecer abominable.

En definitiva, que si me fuí para superar mis miedos y mis angustias, que si lo que pensaba era que si te da miedo el bosque es porque nunca has entrado en él, esta ha sido, sin lugar a dudas, una buena lección. ¿Que te da miedo el bosque? Pues haces bien, porque al otro lado de tu paraiso hay un mundo en el que el principal deseo, y en muchos casos el unico deseo posible, es sobrevivir, aunque suene melodramático, en serio.

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